En la obra y construcción definitivamente hay talento. Hablamos no sólo del talento en el enjarre, acabado o empastado, sino del talento nato de la cantada, la bailada y porque no, hasta de poesía.
No es cosa rara saber que en las construcciones ya sea de una casa, un puente o un edificio, se tengan a grandes talentos y estrellas entre los compañeros albañiles. Si de algo estamos seguros es que talento en la obra sobra.
Tal es el caso del mismísimo Vicente Fernández, que él antes de ser un gran cantante y cotizado en palenques, se ganaba su día a día en la obra como albañil.
Se dice que su apodo era el “Charro de Huentitán” y que la albañilería era uno de sus tantos oficios, ya que también incursionó como lava platos, bolero, pintor y como lava carros.
Los orígenes de este cantante lo han llevado a apreciar su origen humilde y no olvidar sus raíces.
Este ídolo de la canción mexicana ha hecho que su popularidad rebase fronteras y se ha consagrado como uno de los grandes en la música ranchera.
Don Vicente, nació en Huentitán, Jalisco y ha comentado en diversas ocasiones lo que le costó llegar a donde está actualmente, ya que además de tener una voz privilegiada, le ha costado trabajo y disciplina, estas dos claves han sido los pilares de su éxito.
En entrevistas a distintos medios, cuenta Don Chente que terminó solamente hasta el sexto de primaria y es por ello que se dedicó a otros oficios que le sirvieron para los gastos de su día a día.
Cuenta también que él trabajaba en una obra haciendo cimientos, que ese trabajo era muy pesado para él ya que tenía una hernia, es por ello que después de este oficio lo pasaron al equipo de pintura, en donde esta actividad se le facilitaba más.
Su voz ha hecho historia y esto empezó entre bultos de cemento, grava y arena, así que hay que estar atentos al talento que pueda surgir en cualquier construcción. No importando si los instrumentos musicales o el escenario sea entre varillas, la mezcla y el sol.